ocioPor Grupo de Investigación de Economía Ecológica

El ocio representa una vivencia humana, con espíritu lúdico y hedonístico, constituida por un tiempo donde predominan o deberían predominar decisiones u actividades (físicas o mentales) con alto grado de autocondicionamiento y, por ende, donde se reflejan los valores imperantes de una sociedad. Por lo cual, la forma en que se vive el ocio da pistas sobre la sociedad en que vivimos.

En este sentido, el ocio trans­formacional y contrahegemónico puede ser uno de los elementos innovadores que despierten el preguntarnos por qué y para qué de lo que hacemos, colaborando con la construcción de nuevas utopías sociales, elemento determinante para la transformación y evolución de las sociedades y de los individuos que en ellas viven.

En los tiempos actuales, el ocio tiene marcados rasgos de ser consumista, alienado y evasivo. Además, la recreación y el ocio han perdido su sentido por sí mismos, como actos liberadores y realizadores y se han convertido solamente en tiempo de descanso al servicio del trabajo y del mercado de la diversión. Lo que es acorde con el mantenimiento de un sistema que requiere de esta masa ciega de consumidores compulsivos, pasivos y acríticos, que no se pregunten nada sobre la sociedad en la que viven y sobre su lugar dentro de ella

Sin embargo, el ocio al no estar limitado a los productos del mercado que estimulan la pasividad, el consumismo y la alienación, debe ser comprendi­do desde otras perspectivas ampliando la forma en que es vivido. Así, un ocio resignificado podrá volverse fuerza contrahegemóni­ca al cuestionar y problematizar las visiones limitadas que se tienen sobre el propio ser humano y podrá colaborar, significativamente, con la trans­formación social, en el sentido de potencialmente tener la capacidad de ser una forma de expresión de las tensiones y contradicciones existentes en una sociedad y un camino abierto para soñar con otros mundos posibles.

En este sentido, paradojalmente, el ocio (alienante, ausente, nocivo y consumista) puede contribuir, y de hecho lo hace, a mantener el status quo y el orden social vigente, reforzando estereotipos y valores excluyentes, consumistas y alienantes. Pero, a su vez, un ocio (creativo, autotélico, solidario, lúdico, ecológico, preventivo, terapéutico y festivo) puede abrir posibilidades para la construcción de sociedades más humanas, justas, inclusivas, participativas, solidarias y felices.

El tiempo/espacio de ocio resignificado otorgará identidad y sentido de pertenencia a quién lo viva, ya que básicamente será expresión de un tiempo propio, conquistado, tiempo de permitirse ser y hacer y por medio de diferentes experiencias, puede contribuir con la reelaboración de valores y caminar en dirección al proceso de re-construcción de nuestra sociedad.

En este ámbito, esta nueva forma de entender y vivir el ocio puede ser reconocido como un principio de construcción de ciudadanía – planetaria y no excluyente – elemento base para la implementación de acciones comprometidas con la inclusión y participación social en la cons­trucción de otros futuros posibles, solidarios y sustentables.

El rol de la educación

Los tiempos y espacios de ocio podrán ser momentos privilegia­dos para el aprendizaje, al presentar una disposición afectiva y cognitiva marcada por la apertura. Así en­tendidas las vivencias de ocio podrán ser experiencias significativas y singulares para cada sujeto que las vive, algo ideal para el apren­dizaje y para el surgimiento de la creatividad.

Además, el ocio implica valores, subjetividad y vivencias; así como autonomía y capacidad de decisión de las personas sobre lo que desean realizar en su tiempo. Por tanto, no habrá un tiempo libre que se reconvierta en ocio si no hay hombres y mujeres libres, ya que la idea o el sentimiento de la libertad de elección es un requisito irrenunciable del ocio, que invoca el discurso teórico-práctico de la ética y de la educación, tal y como sucede en toda práctica social que pretende ser cualitativamente significativa para las personas y su autorrealización (Cuenca, 2000).

El desafío de resignificar el ocio precisa de ser asu­mido por la educación como algo propio. Una educación basada en un aprendizaje transformacional vinculada a un ocio resignificado podrá, para los participantes, entregar la posibilidad de vivenciar los procesos edu­cativos como algo propio y no como algo externo e impuesto por otros (Elizalde, 2010).

En este sentido, la necesidad de promover una educación crítica/creativa por y para el ocio, esto es considerándolo en su doble aspecto, como un vehículo o herramienta educativa y, a su vez, como un objetivo de la educaci­ón (Marcellino, 1987), una vez que este representa una posibilidad de reflexionar sobre la sociedad en que vivimos, asumiendo las con­tradicciones y tensiones existentes en ella.

El ocio puede ser un tiempo/espacio social para pensar, decidir y elegir que fomente el empoderamiento, contribuya agudizar sensibilidades y ayude a la comprensión de los otros, estimulando el pensamiento crítico sobre las sociedades para la transformación social en búsqueda de un mundo más humano y solidario.

El ocio debe reivindicar sus potenciales capacidades de aprendizaje: en los modos de ser, de hacer, de saber y convivir. La integración del ocio a la educación es un condimento poderoso para promover aprendizajes significativos.

Elizalde (2010), postula que potencialmente un ocio resignificado y revalorado podrá:

• Ser un campo de producción de nuevos conocimientos, in­dividuales y colectivos.
• Dar la posibilidad de una nueva forma disfrute del tiempo, ampliando la capacidad humana de elegir sobre lo que nos afecta y de soñar con mundos distintos.
• Facilitar el pensar en una vida diferente (individual y colec­tiva), llena de sentido, abriéndose a la alteridad y al cambio.
• Brindar una nueva forma de acceso a una mayor calidad de vida.
• Entregar la posibilidad de repensar críticamente las socie­dades actuales y el lugar de los seres humanos dentro de ellas.
• Ser un tiempo y espacio para la rehumanización de la vida individual y colectiva.
• Otorgar una apertura a lo creativo, a la búsqueda de la liber­tad y a la creación de identidad.
• Abrir potencialmente una nueva forma de vivenciar la edu­cación y el trabajo.
• Posibilitar un tiempo y espacio para encontrase con uno mismo y con los otros, aceptándose y aceptándolos.

En síntesis, es urgente y necesario construir otra realidad a partir de la transformación de mentalidades, de culturas y de procesos educativos y, como fue destacado, el ocio tiene un importante papel a desempeñar en este proceso de cambio concretizado por la vía del ocio problematizador, crítico y transformador, en contraposición a las prácticas recreativas estereotipadas, excluyentes, pasivas, consumistas y alienadas que claramente están comprometidas con la manutención del orden social establecido.