Corría el año 1983 y un grupo de estudiantes recorríamos los pasillos de la Facultad convenciendo a nuestros compañeros de votar a la Agrupación Reformista Manuel Belgrano - creada por aquellos días al calor del advenimiento democrático - para la conducción del Centro de Estudiantes de Ciencias Económicas…Nunca hubiera imaginado que treinta años después la vida me encontrara asumiendo esta responsabilidad.

 

Veníamos de la tragedia de la dictadura, teníamos la esperanza de un tiempo nuevo, momentos de cambios, de gran participación, las agrupaciones estudiantiles canalizaban esa vigorosa expresión juvenil. Estos mismos pasillos, se nutrían con acaloradas discusiones sobre los cambios que se avecinaban.

La concepción democrática basada en la participación de los claustros en el gobierno de la Universidad, fue nuestro norte. La tradición de la Universidad Pública Argentina tiene en el co-gobierno uno de sus principales elementos que la distinguen.

Muchos de nosotros abrazamos los principios de la Reforma como la expresión del demos universitario, como el inicio de un camino que se retomara con fuerza desde la recuperación de la vida democrática.

Así, participe junto a otros compañeros - muchos de ellos hoy docentes, otros que a diario desarrollan el ejercicio de la labor profesional - de aquel centro de estudiantes que formamos en los albores de esa democracia.

Nunca me fui de esta casa: la docencia, los postgrados, la investigación, pero también los órganos de co-gobierno dado que el voto de mis colegas me llevo a la integración del Consejo Académico y a la Asamblea Universitaria, siempre expresando colectivamente un programa, ideas, propuestas que eran fruto de una construcción de muchos que anónimamente hacían su aporte. Hoy también son parte y están representados en ésta conducción que asume los destinos de nuestra querida Facultad.

Al decir de Pliño Somos lo que somos porque fuimos”

 

Hoy nuestra Facultad vive una nuevo cambio de autoridades .Nos toca profundizar el sendero iniciado hace diez años. No inventamos nada, cumplimos fielmente el mandato democrático que sale de nuestras propias reglas.

Este rito nos enorgullece, somos portadores de uno de los fenómenos más trascendentes en materia cultural que ha dado nuestro país, y que fuera ejemplo para en todo el mundo, la Reforma Universitaria.

Tenemos el deber de festejar que estamos próximos a cumplir 30 años de plena vigencia de nuestras instituciones democráticas. Podemos decir con orgullo que un acontecimiento como el que nos convoca ha dejado de ser excepcional para convertirse en moneda corriente en nuestro país.

Esa costumbre tan cara a nuestros valores se basa en el respeto pleno de las reglas que sabemos darnos, las que, aún con sus defectos, ineludiblemente contienen y cobijan diversidades, acuerdos, disensos, pero especialmente un profundo respeto hacia quienes ocasionalmente tienen la responsabilidad de estar al frente de nuestros órganos de gobierno.

Nuestra Facultad posee una fuerte identidad en el concierto de nuestra Universidad. Tiene una presencia que la caracteriza. Eso no se construye ni en una gestión ni por la circunstancial impronta personal de sus máximos responsables. Es un patrimonio que nos pertenece: es el fruto cotidiano y anónimo de quienes formamos parte de ella.

Hemos tenido momentos traumáticos que superamos con sabia madurez. Aprendimos que una elección no implica todo o nada. Que quien conforma la ocasional mayoría está legitimada. Es un instante, un momento que nos debe conducir a un proceso de construcción colectiva, basada en el respeto entre los actores de la Facultad.

Cuando nos quieren arrastrar a la confrontación binaria, debemos responder con el respeto a la diversidad. Esa es la síntesis del co-gobierno. Un mundo en el que caben todos los mundos.

Esta será la marca registrada de la gestión que asume, al decir de Carl Sagan. Es posible que el Cosmos esté poblado con seres inteligentes. Pero la lección darwiniana es clara: no habrá humanos en otros lugares. Solamente aquí. Sólo en este pequeño planeta. Somos no sólo una especie en peligro sino una especie rara. En la perspectiva cósmica cada uno de nosotros es precioso. Si alguien está en desacuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias.

Desde esa concepción humanista, amplia, respetuosa de la diversidad, democrática miramos el fenómeno universitario. Entendemos que desde comienzos del siglo XX la Argentina se adelanto al resto de América Latina en el proceso de incorporación de nuevos sectores sociales a la Universidad, dando cabida así a las aspiraciones de movilidad social de los hijos de los inmigrantes. La Universidad pública sigue siendo el lugar al que se acude con la esperanza de mejorar el nivel de vida respecto de generaciones anteriores, siendo a veces uno de los pocos ámbitos que no cierra sus puertas a una juventud cada vez más excluida y precarizada, una juventud de la que muchas veces se desconfía, a la que, a veces, se le teme.

Somos conscientes que existen gran cantidad de jóvenes que no tienen posibilidad, y en muchos casos no está en su imaginario, dada su precaria condición, de tener vida universitaria. Los argentinos tenemos sobre el particular una asignatura pendiente y quienes poblamos las aulas a diario debemos honrar ese compromiso de más igualdad.

Apostamos a esa juventud, y verlos hoy acá significa que no nos equivocamos en la apuesta ni ustedes en el esfuerzo puesto.

La respuesta a la pregunta ¿Qué es la universidad? Dejará en claro distintas visiones, enfoques y prácticas que se tuvieron a lo largo del tiempo. De la universidad de elite a la llamada universidad de masas en ocho siglos, su misión, funciones y objetivos cambiaron radicalmente.

En el siglo XX la universidad latinoamericana será marcada por un hecho relevante: la Reforma Universitaria de Córdoba, solo entonces asume el celo democrático: La universidad pública se caracteriza por considerar el conocimiento un bien social y no un bien privado.

No podemos pensar nuestra historia sin analizar La reforma universitaria de 1918, que tuvo un profundo sentido de renovación pedagógica revolucionando los métodos de la enseñanza e introduciendo la democracia participativa en el gobierno de las universidades. Su claro contenido político, que excedió los marcos académicos, no significo adherir a ninguna corriente partidaria en particular, sino que el proceso se dio a la inversa. Hombres provenientes del socialismo, del radicalismo y hasta del anarquismo acompañaron con entusiasmo este movimiento juvenil. Su ideología de cambio en los métodos de enseñanza tuvo una trascendencia de inserción nacional y latinoamericana, profundamente progresista y transformadora. La autonomía no es una forma más de organización de las universidades, sino la definición de su funcionamiento democrático. No hay autonomía sin co-gobierno entre docentes, estudiantes, graduados y hago un llamado para que en breve nuestra Universidad asuma una asignatura pendiente: la incorporación del personal universitario.

Dicha autonomía se afirmo como principio fundamental en América Latina ante la irrupción de dictaduras que asolaron la región y que encontraron la fuerte resistencia de la comunidad universitaria en su conjunto. Los gobiernos autoritarios son refractarios a la autonomía universitaria.

Entiendo que hoy debemos repensar y redefinir los principios instaurados por los hombres reformistas a la luz de las nuevas problemáticas y realidades. Nos encontramos a escasos cinco año del centenario Grito de Córdoba, en homenaje a las generaciones que nos precedieron y al futuro que demanda una sociedad mejor, es tarea irrenunciable del presente iniciar la SEGUNDA REFORMA.

Entendemos que la función formadora de la Universidad pública no se limita a conocimientos y habilidades, sino también a la formación y consolidación de valores ciudadanos, que sus retos no solo son académicos y científicos, sino además éticos.

La voluntad de la sociedad argentina de reconstruir sobre nuevas bases un porvenir de institucionalidad democrática, crecimiento económico sostenido y disminución de la pobreza y desigualdad social, coloca en primer plano a la universidad como protagonista de ese escenario futuro.

Las funciones de enseñanza, investigación, extensión, deben dar lugar a resultados, pero el objetivo es hombre y mujeres plenos, profundamente sensibles a la realidad de su mundo.

Así lo comprendieron quienes fundaron la universidad moderna en los siglos XIX y XX, ambos siglos de profunda reflexión respecto de la universidad, fundamentalmente porque se la considero una institución esencial para el progreso de la nación, del ciudadano, el individuo. Así Guillermo Humboldt –fundador de la Universidad de Berlín- propiciaba que había que anteponer la formación a la acumulación de conocimientos e impedir por todos los medios que las facultades se rebajaran a meras escuelas profesionales, dado que entonces el resto de sus funciones de investigación y culturales estarían absolutamente limitadas.

Es función de la universidad intervenir en la actualidad tratando los grandes temas del presente y del futuro desde las perspectivas que les son especificas: la profesional, lacientífica y la cultural. La universidad tiene que ser el un principio promotor de la historia: la historia de su pueblo o de un país, para que además de profesionales salgan de ellas intelectuales capaces de vivir e influir en consonancia con las necesidades de su entorno.

Con ese norte fuimos la primera Facultad que introdujo en su Plan de Estudios, como requisito curricular obligatorio, las Prácticas Comunitarias. El proyecto fue presentado por nuestros representantes estudiantiles en el seno del Consejo Superior y su obligatoriedad se hizo extensiva para el resto de las carreras de grado que se dictan en nuestra Universidad.

Regirse por el interés nacional no impide a la Universidad pública atender los intereses del sector privado, en la medida que tiene la función de preparar profesionales y técnicos para la vida activa y que las políticas de crecimiento y desarrollo ligan estrechamente la productividad de las empresas con el interés nacional. Pero su esencia no es el servicio a la empresa sino a la Nación y a su pueblo. Eso nos distingue y nos hace profesionales distintos a los formados en otras casas con otros paradigmas.

Es necesario abrirse a la comunidad y formar parte de ella. El desafío es escuchar, integrar a la Universidad con la Sociedad e involucrarse para elaborar una respuesta útil y comprometida. Por ello pienso que el reto es pensar y trabajar por los que hoy no están en el sistema de educación superior, los que todavía no pueden acceder a una educación universitaria.

No alcanza con una declamación digna de cualquier discurso y no creemos asimismo que aspectos vinculados a la profunda desigualdad social se arreglan desde las aulas universitarias. Pecaríamos de ingenuos o de soberbios. Pero ello no implica que dejemos de hacer lo que si podemos.

En este orden debemos crear las bases para garantizar el ingreso irrestricto y la permanencia. Estas banderas pueden traducirse en políticas concretas de gestión. Ese es nuestro compromiso. Debemos incrementar el compromiso de inclusión en las aulas, debemos ampliar las bases de contención desde una perspectiva de excelencia académica. No nos van a ganar a aquellos que piensen en términos de conceptos antagónicas esta situación. Lejos de excluirse, inexorablemente deben complementarse. Así daremos respuesta a una Universidad de mayorías al servicio de nuestro pueblo.

Políticas concretas en las que hemos pensado con este fin son titulaciones intermedias, tecnicaturas y profesorados que articulen con carreras de grado, seguimiento académico a través de un área pedagógica que de apoyo a estudiantes y docentes en su desempeño cotidiano.

En este marco de diálogo constructivo y respeto por las diferencias, debemos abordar situaciones que han sido solapadas y es necesario poner en el eje de las discusiones.

Así no debemos concebir el Ingreso a la educación superior como un reducido espacio de formación de elites dirigentes, sino como el amplio espacio donde abunde el desarrollo de conocimiento para la mayor cantidad de jóvenes. El tema del ingreso es generalmente presentado en forma de conflicto, porque el presupuesto es finito y generalmente escaso, las estructuras inadecuadas y los docentes insuficientes.

En los tiempos de la democracia el paradigma educativo debe tener como punto de partida y desafío principal a la inclusión.

Cuando nos referimos a la educación como derecho en educación, nos referimos al derecho que tienen cualquier niño o niña desde su nacimiento a una educación gratuita y obligatoria.

La democracia demanda elevar el piso de inclusión en los distintos niveles de la pirámide educativa. Sin una democratización del acceso a la educación superior no se puede garantizar la existencia de un sistema democrático donde la trayectoria de la vida de las personas no esté determinada por las condiciones sociales de su origen. Tampoco pensemos que sólo la gratuidad y el acceso directo a la universidad garantizan la permanencia de los estudiantes en nuestra casa, sabemos que son insuficientes dado que muchos de ellos expresan dificultades a la hora de finalizar los estudios de grado.

Relacionadas íntimamente con la situación del acceso, permanencia y las titulaciones intermedias, está el comprometemos en abordar la revisión de los Planes de Estudio. Y para ello entiendo que debemos preguntarnos ¿Qué currícula nos acerca al futuro? La educación tiene que afrontar la incertidumbre, asumiéndolo y reflexionándolo para participar en su construcción.

En este marco creo que debemos respondernos algunas preguntas: ¿qué está obsoleto?, ¿qué es lo emergente?, ¿que permanece?...

Qué está obsoleto es una pregunta básica. Hay muchas cosas que lo están. Por ejemplo la relación del estudiante con la información. Las nuevas tecnologías pueden no suplir completamente la presencia del profesor, pero evidentemente existe una parte de la enseñanza, la informativa, que los estudiantes pueden obtener satisfactoriamente por medio de nuevos instrumentos. No así la parte valorativa, que creo es la más importante de la educación. Debemos enseñarles a nuestros estudiantes a saber valorar la información. Esto solo se da en el diálogo con el profesor. Apostamos a las nuevas tecnologías, pero no nos resignamos a que el aula, los pasillos, el café, los laboratorios, los ámbitos de participación y discusión no tengan una dimensión real de encuentro físico. Las paredes contienen, hablan, transpiran universidad, es aquí dónde nos vemos las caras y aquí dónde nos confrontamos y nos formamos.

La riqueza de la universidad del siglo XXI es dotarse de herramientas tecnológicas, pero sin abandonar el contacto real, presente del que tenemos al lado. Aspiramos a que las aulas estén llenas, ese encuentro es fundamental en la formación integral de los estudiantes.

Sabemos que ha cambiado la noción de trabajo. Se pide creatividad, cooperación destreza en el aprendizaje. Esta gran mutación llamada globalización es sobre todo producto del progreso de la comunicación y de la velocidad de los intercambios. Hoy en día estamos en condiciones de saber lo que ocurre en cualquier parte del planeta, casi en el momento en que ocurre. Esta extrema velocidad genera obsolescencia muy rápido. La universidad debe estar alerta, debe combatir la obsolescencia de los sistemas educativos tradicionales. Los saberes y las técnicas se vuelven acrónicos a una velocidad cada vez más vertiginosa.

¿Qué es lo que se mantiene? El compromiso de la universidad con el desarrollo, con la equidad social, con la excelencia de los saberes, con la democracia.

Para llevar a cabo la tarea de reforma deberemos centrar la atención en la gestión pedagógica en nuestra Facultad, dado está en juego la formación de profesionales o especialistas mediante un currículo actualizado, docentes calificados y metodologías adecuadas. Los procesos pedagógicos se vuelven centrales en esta perspectiva.

Pero, a su vez, la gestión del conocimiento, deberá situarnos en la perspectiva de la evolución de las ciencias, de las tecnologías y de la sociedad para saber de qué modo hay que formar especialistas y líderes con valores éticos capaces de contribuir a resolver los problemas del Estado, de las empresas o de las organizaciones sociales. Es indispensable que el pedagogo se preocupe por los procesos de enseñanza y de aprendizaje, por la formación docente o por el currículo actualizado. Todo esto puede conducir a la formación de profesionales de calidad. Pero puede ocurrir también que el diseño curricular olvide considerar la posibilidad de que el campo del conocimiento para el que se procura formar un buen profesional tiende a modificarse sustancialmente debido al surgimiento de nuevos paradigmas (como la informatización, las biotecnologías, las ciencias cognitivas) o nuevos contextos (como la globalización). Aquí es donde deberemos preocuparnos por que las carreras tengan el máximo posible de interdisciplinariedad y transdisciplinariedad teniendo en cuenta la irrupción nuevos saberes que atraviesan todas las disciplinas. La gestión del conocimiento nos lleva a buscar un currículo abierto dando respuesta a la evolución de las ciencias, las tecnologías y la sociedad.

Esta será la difícil tarea que nos espera en este aspecto. Compromiso con el país es también ampliar las fronteras de conocimiento, en un adecuado equilibrio entre la investigación básica y la orientada hacia objetivos específicos para beneficio de la sociedad.

Queremos una facultad que interactúe con el sector productivo y el estado, generando un ambiente propicio para los procesos de innovación científica y tecnológica.

No concebimos Universidad pública y de mayorías sin profundidad en el conocimiento, es entonces nuestro objetivo fomentar el desarrollo del conocimiento, la reflexión analítica y la investigación orientada hacia la resolución de los problemas socioeconómicos a nivel local, regional y nacional. La Investigación es una proyección del conocimiento, de su mano también es proyección de la cultura. La labor científica y tecnológica es el medio para acelerar el desarrollo en la vida de cualquier país... debemos estimular esta labor, dado que la enseñanza superior y la investigación científica son condición necesaria y previa al desarrollo y no su consecuencia.

Así lo expresara Risieri Frondizi: “(…) el fortalecimiento de la investigación científica mejorara la enseñanza y la formación de profesionales. Cuando un profesor es a la vez investigador, transmite a sus discípulos el sentido creador que lo impulsa. Si nuestra enseñanza superior no se reduce a la transmisión de conocimientos cristalizados, adquiere nuevas dimensiones cuando se abre la posibilidad de que los estudiantes participen, en el proceso creador. Es evidente que un profesor que al mismo tiempo investiga esta en mejores condiciones de enseñanza que aquel que se recluye en tratados propios o ajenos…”

No podemos concebir una Facultad encerrada en su mundo. Nuestra meta será profundizar el vínculo con las organizaciones y empresas de la ciudad y la zona, a través de acciones de transferencia y vinculación tecnológica.

La Facultad crea, preserva y difunde el conocimiento, pero, simultáneamente, desempeña el papel irrenunciable de conciencia crítica de la sociedad.

Dichas tareas se cumplen en un contexto de fricción entre valores que son propios al quehacer universitario: la excelencia, la pertinencia y la equidad.

La excelencia es condición irrenunciable de lo universitario, es la base incuestionable de la condición académica, tanto que resulta imposible imaginar a esta última desprovista del más alto nivel de rigor. El grado de excelencia de la tarea creativa universitaria se transfiere a la institución en su conjunto y ella impulsa el mejor nivel de desempeño de sus otras funciones.

La universidad es una institución que pertenece a la sociedad, a cuyas demandas y necesidades debe responder. No obstante la pertinencia no representa meramente una respuesta pasiva, una actitud reflexiva y una replica mecánica a las demandas. Si la universidad solo se limitara a recoger lo que la sociedad declaradamente requiere en términos de formación técnica y académica, dejaría de cumplir su función crítica y transformadora de la realidad y no generaría nuevas y diversas alternativas de solución a los variados problemas sociales. En consecuencia no solo actúa en forma pertinente la universidad cuando responde eficazmente a las demandas externas, sino cuando se propone como objetivo de investigación ese entorno. Por lo tanto la universidad debería responder tanto a las demandas como a las carencias de la sociedad.

La equidad exige que el conocimiento sea puesto a disposición de todos los sectores sociales sin discriminación.

En otro orden de ideas y siguiendo nuestra propuesta programática, venimos con un claro objetivo de gestión, cual es la de continuar promoviendo el desarrollo y realización de Cursos y Carreras de Posgrado orientados a formar profesionales que alcancen elevados estándares de calidad académica, y compromiso social.

La educación superior se encuentra hoy entre dos instituciones: la democracia o el mercado. Una opción es mirar a la educación superior desde la ventana del mercado, se considera entonces que las desigualdades son positivas para el crecimiento de la economía y la sociedad. Fue la visión de los neoliberalismos que dominaron cultural, política y económicamente en las últimas décadas en todo el mundo y cuyos resultados están hoy a la vista. La otra opción es mirarla desde la ventana de la democracia y concebir a la educación como un derecho para todos. La miraremos desde esta ventana.

Entendemos finalmente que un egresado universitario no debe desentenderse de su realidad, de su tiempo y de su espacio, y debe realizar su devolución a la sociedad no sólo a través de un ejercicio profesional competente y ético, sino poniendo toda su capacidad de comprensión objetiva al servicio de una mejor y más equitativa democracia en todos los órdenes. Contribuir a la formación de estos profesionales será nuestro mayor desafío.

Antes de terminar quiero agradecer profundamente a todos aquellos que creen que podemos hacerlo y que vamos a hacerlo bien.

Estas palabras se iniciaron con un tributo generacional a los años ochenta, sentido homenaje para aquellos tiempos en los que recuperábamos la democracia… nuestro compromiso de gestión puede sintetizarse en aquella canción que en esos años con tanta pasión cantaba J.C. Baglietto:

Todavía me emocionan ciertas voces, todavía creo en mirar a los ojos,

todavía tengo en mente cambiar algo,

todavía y a Dios gracias todavía….

 

Mar del Plata, 12 de abril de 2013.