Un día como hoy, hace la friolera de 250 años, nacía en una pequeña ciudad del amplio Imperio Colonial Español, “al sur del mundo”, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús, octavo hijo de Doménico Belgrano Peri y de María Josefa González Casero. El primero, nativo de la Liguria italiana, y la segunda, descendiente de los primeros pobladores hispánicos en lo que sería el actual territorio nacional, y por cuyas venas corría sangre guaraní. De esta manera, y sin saberlo, Manuel anticipaba lo que sería la composición étnica de la mayoría de la población argentina a partir del impacto inmigratorio posterior a 1876.
Estudió en Buenos Aires en el Real Colegio de San Carlos, trasladándose posteriormente a España para proseguir sus estudios superiores de abogacía, los que realizó en las Universidades de Salamanca y Valladolid, en la que se graduó el mismo año que estallaba la Gran Revolución de 1789.
Ya antes de este acontecimiento, decisivo en la vida del joven Manuel, se había interesado por la economía política, abrevando en una vasta y variada cantera de autores a los que, por entonces, tuvo acceso: así, los italianos Antonio Genovesi (1713-1769) y Ferdinando Galiani (1728-1787), el francés Étienne Condillac (1714-1780) y, fundamentalmente, los autores de lo que por entonces se conocía en Francia como “la secta de los economistas”, esto es, la Fisiocracia – así “bautizada” por Dupont de Nemours – especialmente su fundador, François Quesnay (1694-1774), cuyas Máximas Generales para el Gobierno de un Reyno Agricultor de 1758 traduciría al español (1794). Sin por ello dejar de incluir entre sus influencias al pensamiento ilustrado español del último tercio del siglo XVIII (Jovellanos, Campomanes, de Salas y Cortés) y, ya hacia fines de siglo, la influencia fundamental del filósofo escocés Adam Smith (1723-1790), a través de su imperecedera obra, la Riqueza de las Naciones.
Manuel regresa en 1794 a Buenos Aires, que ya no es una “aldea grande” de 25.000 almas, sino la capital de un nuevo Virreynato, con la designación bajo el brazo como Secretario Perpetuo del Consulado, institución económica y comercial a erigirse en esa ciudad, a imitación de las ya existentes en otras sedes virreinales, como México y Lima. Desplegará allí una vasta – y, casi siempre, frustrada – labor prácticamente hasta el pronunciamiento revolucionario de 1810.
Esa dilatada labor, y la escritura de las Memorias Anuales que por obligación de su cargo debía pronunciar en la sede del Consulado, de las que sólo han llegado hasta nosotros las de 1795, 1797, 1798, 1802, y 1809 (más una disertación de 1806 sobre la importancia de las matemáticas), y en las que desplegó su pensamiento político, social y económico, es lo que permitió a Luis Roque Gondra (1881-1947) designarlo en 1923 en su obra Las ideas económicas de Manuel Belgrano como el “primer economista argentino”, título no inmerecido ya que es el primer criollo – esto es, hijo de europeos pero nacido en suelo americano – que no solo recibe influencias externas sino que, además de recepcionar dichos aportes, elabora un pensamiento propio a través del cual, posiblemente sin saberlo, proporciona a la Nación que por entonces tiene en su imaginario un verdadero proyecto nacional, cuyo lema podría ser el siguiente:
Libertad – Propiedad – Igualdad – Fraternidad – Educación
Para Gondra ese proyecto estaba materializado cuando escribía sus obras sobre Belgrano. Así, afirmaba que ”… su obra revolucionaria de pensador y hombre de Estado ilumina (…) la historia futura de su patria, que parece como una realización concreta de su pensamiento (…).” Por el contrario, para nosotros ésa sigue siendo una tarea inconclusa… y ése es, a nuestro juicio, no solo el mejor rescate que podemos hacer hoy de la obra y del pensamiento belgranianos, sino también procurar su realización como un homenaje a su memoria.
En efecto, Manuel no sólo es el miembro de la Primera Junta Gubernativa, el vencedor de Tucumán y Salta y el creador de la bandera nacional, sino que también es
- un incansable fundador de escuelas de todo tipo, antes y después de 1810, como lo atestigua ya en la primera Memoria de 1795: ”Uno de los principales medios que se deben adoptar a este fin, son las Escuelas gratuitas á donde pudiesen los infelices mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción; allí se les podían dictar buenas máximas, é inspirarles amor al trabajo, pues en un Pueblo donde no reine este, decae el Comercio y toma su lugar la miseria (…). Estas Escuelas debían ponerse con distinción de Barrios y debían promoverse en todas las ciudades, Villas y Lugares que están sugetas a nuestra Jurisdicción (…).
- el economista partidario de la industrialización en sede nacional de las materias primas agrícolas que aquí se encontraban,
- el libertador propugnador de la igualdad respecto de los criollos de lo que hoy conocemos como “pueblos originarios”,
• el varón preocupado no sólo por la educación sino también por la “suerte” de las mujeres, - el hombre de estado preocupado por la recopilación de la mejor información estadística posible para tomar decisiones políticas adecuadas,
- el hijo de uno de los hombres más ricos del Buenos Aires colonial preocupado por asegurar la propiedad de la tierra entre sus pobladores, hasta entonces sin derechos,
y un vasto etcétera imposible de resumir en estos breves retazos…
Entonces, a 250 años de su nacimiento, podemos decir: Manuel Belgrano, ¡salud!
Marcelo Garrote López
Profesor Titular Regular
Historia del Pensamiento Económico
Área Pedagógica de Economía