Nota publicada en el diario La Capital
por el Arq. Juan Carlos Mantero (*)
La actividad turística se ha constituido en un factor de desarrollo territorial que no puede obviarse ya que, aunque no es suficiente para alcanzar las metas de una comunidad localizada ni constituye opción excluyente para la puesta en valor de un territorio socializado, constituye una alternativa no subestimable para conferir unidad al territorio y e integrar competencias diferentes.
La afluencia turística ha generado y sostenido el devenir del litoral atlántico bonaerense por el atractor que definen el mar y la playa, presente en la génesis y la conformación de lugares y localidades, convocantes y soportes del descanso y la recreación de los turistas cuanto oportunidad productiva y laboral de residentes y migrantes al impulso de la actividad.
Mar del Plata, original destino de la apertura turística al territorio litoral atlántico y en la actualidad referencia emblemática de las comunidades receptoras del turismo de sol y playa, ha radicado y diversificado la actividad recreativa y ha pluralizado diferentes opciones productivas constituyendo una metrópoli relevante de la Argentina contemporánea.
La asimetría territorial se aprecia al confrontar la intensa y dinámica actividad atribuida al litoral con la extensa y apacible actividad atribuida al interior bonaerense que limita su seducción paisajística a llanos y arroyos, a sierras y lagunas, con prescindencia de sus aptitudes escénicas para diferentes actividades recreativas, que en tiempos no tan lejanos implicara resignarse a promover el país del gaucho y la vivencia de las pampas, omitiendo el escenario natural y cultural, rural y urbano.
Reconocimientos territoriales, inherentes a la investigación de litoralidad e interioridad del territorio bonaerense, realizada a través de no pocas travesías, nos ha permitido acreditar la actualidad y potencialidad del interior bonaerense, trascendiendo ía mencionada promoción, recurrente a la extension de las pampas y a la presencia del gaucho, consecuencia de las versiones a niveles nacional y provincial y de las omisiones a nivel de los municipios, vigentes aún en tiempos recientes con resultados inciertos.
Los estudios realizados en la década del 2000 permitían advertir la ausencia de políticas turísticas destinadas a dar cuenta del territorio bonaerense que trasciende el paisaje y presenta un atrayente escenario de actividades productivas, culturales y sociales de interés turístico potencial, expresión de la diversidad de la naturaleza y de la singularidad de la cultura de las diferentes regiones de la provincia.
El paisaje da cuenta de las colinas, las lomadas y las sierras que irrumpen en el llano, las lagunas, los humedales y los arroyos que surcan la planicie, la dimensión de los médanos distantes del mar, los montes, los bosques y los ombúes que sombrean la extensión natural, las aves radicadas y migrantes que confieren entidad a los cielos, los dispersos animales que crecen en la inmensidad y los surcos de los futuros cultivos, en suma las condiciones y atributos de las diferentes regiones que la geografía se ocupa en diferenciar.
La identidad de cada una de las localidades del interior, centros urbanos de entornos naturales y rurales, rompen la imagen estereotipada de una ciudad bonaerense reproducida en el territorio, para dar cuenta de la diferencia de las múltiples ciudades pampeanas y serranas, con arroyos transversales y lagunas adyacentes, producto de tiempos diferentes en el proceso de ocupación y puesta en producción pastoril y agrícola, extractiva y productiva, por tanto de disímiles perfiles urbanos y formas arquitectónicas.
Así, en la región donde se inscribe Mar del Plata pueden apreciarse la serrana identidad paisajística de Tandil, la escénica entidad urbana de Azul y la expresiva dinámica productiva de Olavarría, cuanto a la distancia y en su identidad pueden apreciarse la singular traza urbanística de Chivilcoy, la confluente centralidad regional de Junín y la incidencia de la actividad agroindustrial de Pergamino, testimonios que apenas remiten a opciones de las innumerables alternativas que presenta la cartografía provincial.
El desconocido interior bonaerense, a través de caminos y senderos, nos ofrece espacios que dan cuenta de tiempos diferentes en localidades que proponen a los habitantes de las áreas metropolitanas una ruptura con rutinas y prácticas establecidas en la vida cotidiana y permite dedicar los sentidos a estímulos que contrastan con lo cotidiano y habitual y estar en condiciones de interactuar con gentes diferentes y participar de aconteceres diversos.
Las travesías territoriales requeridas en el propósito de prospectar la potencialidad turística del interior, con prescindencia de prejuicios, nos impuso desplazarnos y emplazarnos en diferentes lugares, con la expectativa de acceder y conocer, que nos permitió apreciar y comprender las atrayentes condiciones de los sitios e interesantes atributos de las gentes.
La creación y producción de las gentes en el territorio se alterna con el patrimonio arquitectónico y urbano que con la firma de Francisco Salamone identifica múltiples municipios y con la firma de Alejandro Bustillo confiere identidad a Mar del Plata y coloca el signo de distinción en estancias bonaerenses, sin perjuicio de los testimonios de la aristocracia de la argentina exportadora y de la democracia de la argentina incluyente.
En cierto sentido en nuestra actividad procuramos asimilarnos al turista sensible y cognitivo en tanto peregrino contemporáneo, en búsqueda de la autenticidad en tiempos y lugares ajenos a su cotidianeidad, con la disposición abierta a aquellos lugares que, sin estar prescriptos por la promoción turística, encauzan nuestra mirada y satisfacen nuestras aspiraciones.
Acceder al lugar desconocido con la disposición ingenua y la mirada ávida organiza el encuentro con lo otro, el paisaje y el escenario, y con el otro, la gente y el protagonista, sin mediaciones, generando relaciones inéditas y vivencias inusuales que trascienden la seducción del lugar y la persuasión del interlocutor.
El circunstancial y espontáneo encuentro de visitante y habitante de la localidad interior es el umbral que dará lugar a la futura y deliberada predisposición de darse a conocer del que habita cuanto de conocer del que visita y ulteriormente la programada actividad turística que, a escala de cada lugar, garantice la creciente satisfacción de unos y otros.
El interior bonaerense, distante en el prejuicio y próximo en la distancia, ofrece un cauce de espontánea actividad turística de recíproca satisfacción de expectativas, del conocer y del darse a conocer, simiente de inclusión social y de integración territorial, donde la movilidad de unos siempre quiebra la inmovilidad de otros e induce la apertura a la deliberada y programada proyección de una escala oportuna o de un atrayente destino.
(*) Director de la Maestría en Desarrollo Turístico Sustentable UNMdP